¿Por qué la política pasó a ser una actividad ausente de ilusiones tras la euforia de la primavera democrática del ’83? Es difícil generar proyectos colectivos con las panzas vacías. La libertad lograda, tras la retirada dictatorial, quedó encasillada en el plano político e individual, bocado de neoliberales pero triste plato para alimentar el sueño de la patria justa.
Por Néstor Pérez (*)
La mirada se pierde en el remoto lugar, donde la dueña de esos ojos que miran fuera inspirada por un anhelo errante: servir a las necesidades de los suyos. Ese mismo grupo habita el espacio estrecho de la mucha ausencia y, en cada amanecida, sofoca el rumor de la panza preñada de hambre para que no lo escuchen los más chiquitos. Es probable – imagina Celina – que solo el sueño profundo ponga distancia entre la certeza de no tener nada y la chance de ser como son otros, no solo sobrevivientes en una tierra arrasada de urgencias…La de esta joven mujer, es hoy la vida de los 18 millones y medio de argentinos(1) (Telam/Indec) pobres que empobrece el rumbo de la democracia, cuarenta años más tarde.
La fractura social nos informa de una derrota política cuya significación, alcances, fuentes y responsables están aún en desarrollo, pero nos apresuramos en consignar a un sistema de explotación y expoliación sin precedentes; es este capitalismo reconfigurado pero con el mismo afán por tragarse a los hijos de este planeta, mientras también acaba con él; su polea de transmisión, la irrevocable oligarquía local y su enrolamiento en el negocio financiero.
La larga marcha de las garantías constitucionales no alcanzó para salvar de ese fuego a los más vulnerables. El amparo estatal, la asistencia, el empleo registrado, el crecimiento de la economía -ahora sabemos- no fueron diques de fuste donde se estrelle el ajuste que impone el capital para reabastecerse.
No sirve ni de alivio pensar en el corto trayecto de cuarenta años. Ese “nadie es del todo argentino sin un buen fracaso. Sin una frustración plena, intensa, digna de una pena infinita” con que el gordo Soriano nos caracterizara alguna vez, solo advierte de nuestras obstinaciones, en clave de pesadillas mil veces renacidas.
Pensar cuarenta años de democracia nos impone reconocer que luego de su evolución posdictadura -básicamente, entre la escasez económica y el futuro tumultuoso- la libertad política es la pieza más cara del patrimonio de los argentinos. Sustantiva y pedregosa, la libre determinación ha signado el derrotero de quienes habitamos este país, aún bajo el tiempo más árido, con el nudo tan cerca siempre de quebrar el pescuezo de la Nación.
Libertad política que, también poliédrica en su constitución, puede no significar mucho más que sufragar de vez en cuando; de ese gesto, la ventura colectiva con un presidente tibiamente legítimo, Néstor Kirchner (22 por ciento de los votos), y más tarde con su esposa, Cristina Fernández. La Universidad de San Martín y su despacho de estudios del Trabajo y el Desarrollo lo detalla: “(…) se advierte que luego de la profunda contracción del porcentaje de la remuneración de los asalariados en el ingreso durante la crisis de 2002 (pasó del 39,2 por ciento en 2001 al 32 por ciento en 2002), el indicador inicia una fase de crecimiento entre el 2004 y el 2015, solo interrumpida en dos años (2010 y 2015). A lo largo de este período, la participación de los salarios en el producto pasó de un mínimo del 31,4 en 2002 al 51 por ciento en 2015”.
Cuarenta años de democracia significan también una línea de tiempo punteada de consignas pendencieras, necesarias, llenas de potencia simbólica, las que han operado en el sentido común de los dicentes como la yesca en el pasto seco. La consigna orienta voluntades, expresa el concepto detrás del cual se organiza la lucha. Pero no es suficiente.
Libertad sin pan
Para esta interpretación es preciso ocuparnos primero en distinguir los tres sentidos de la libertad de la que informa la teoría política: la libertad liberal, la autonomía y la libertad positiva.
El concepto de libertad liberal está conectado a la idea de un Estado “enano»; pocas leyes; que se gobierne lo menos posible. Sin siquiera advertirlo, allí inscriben su oferta política los llamados “libertarios”.
La autonomía se vincula con el pensamiento crítico y el gobierno de la propia conducta. No significa no tener leyes, sino darse leyes a sí mismos.
Al cronista le interesa más el despliegue del tercer sentido de la libertad, vinculado a la teoría democrática (en oposición a la teoría liberal), que es la libertad positiva, considerando que es aquí, en este territorio, donde se extraviaron los postulados democráticos -conculcados como garantías constitucionales- de comer, educarse o progresar.
Se trata de un concepto surgido a partir de las teorías socialistas y su influencia en el concepto de libertad. A causa de esa mutación se habla de libertad cuando se precisa que la libertad debe alcanzar también su poder positivo; debe significar la capacidad práctica, material, de concretar las chances garantizadas, en abstracto, por las constituciones liberales, como la argentina.
Sumemos al filósofo del derecho Norberto Bobbio, quien señala que cuando la traducción de esta libertad se vuelve verbo se comporta como “la suficiente capacidad económica para satisfacer algunas necesidades fundamentales de la vida material y espiritual, sin las cuales la libertad liberal sería vacía y la libertad democrática sería estéril”. Parados en los números de la devastación social que produce la inflación actual, ¿cuántos de los caídos cuestionarían que la democracia, la libertad, es estéril sin pan?…
La autonomía se vincula con el pensamiento crítico y el gobierno de la propia conducta. No significa no tener leyes, sino darse leyes a sí mismos.
El hambre de millones de compatriotas nos releva de exámenes más pretenciosos. Sesenta y seis por ciento de niños pobres por ingresos, o insatisfechos en sus demandas básicas (Unicef) interroga dramáticamente a la agencia política. Ese inframundo para el que sólo se destinan paliativos. Entonces, ¿libertad de quién? ¿libertad para qué?… Aquí la libertad política – poco más nos queda – troca en silencio, el réquiem de los nadie. Dotar a la libertad política en instrumento de construcción inclusiva es la deuda que camina a espaldas del relato. Pero es preciso volver a la luz desde esa espesura.
Se trata de un concepto surgido a partir de las teorías socialistas y su influencia en el concepto de libertad. A causa de esa mutación se habla de libertad cuando se precisa que la libertad debe alcanzar también su poder positivo; debe significar la capacidad práctica, material, de concretar las chances garantizadas, en abstracto, por las constituciones liberales, como la argentina.
En Argentina la pobreza medida por ingresos solo disminuyó luego de dos grandes colapsos macroeconómicos -luego de crecer hasta esa crisis-, y en el marco de circunstancias externas muy favorables (commodities), señalan los investigadores Gabriel Kessler y Gonzalo Assusa (2): “Se sabe que ni la pobreza ni la desigualdad existen como meros accidentes o resultados de desarreglos o distorsiones. Pobreza y desigualdad se producen socialmente, y parte de esta producción está contenida en el modo en que cada sociedad, sus instituciones estatales y sus campos intelectuales, se da una forma de conocer, mirar, narrar y explicar la cuestión social, y al hacerlo, de producirla como un problema público, con sus especialistas, sus recursos materiales y simbólicos, sus organismos a tal fin y sus conflictos subyacentes”. La producción social que deriva en el crecimiento aterrador de la pobreza es hija legítima de la ofensiva capitalista, en esta etapa de su vejez.
Del fordismo a la timba
En la década del ´80, con la crisis de la deuda, la tasa de interés comienza a crecer, y los países endeudados no pueden pagar. Es cuando la tasa de rentabilidad financiera se impone a la tasa de la producción. Al respecto, dice Mario Oyola (3): “Es lo que se conoce como capitalismo financiero o financiarización del capitalismo (…) En un primer momento son los Estado Nacionales los que recurren al endeudamiento, cuando entran en crisis por sus deudas, por sus altas tasas de desempleo, inflación, aumento de la pobreza y caída del consumo. Es ahí cuando el capitalismo necesita financierizar a las otras dos unidades económicas”, las familias y las empresas. Perdurable se hizo un instrumento de sometimiento y especulación tan alevoso como la Ley de Entidades Financieras, con la que no se atrevió nadie; ni Cristina Fernández que lograra la mayor acumulación política desde el primer peronismo, en su segundo triunfo electoral del 2011.
Como se advierte, el diseño de la derrota referida no se explica sin interpretar los mecanismos del nuevo sistema de dominación.
De la sustitución de importaciones al colapso del nuevo siglo
Cuando la crisis de 1930 clausura los mercados ultramarinos, la escasez de dólares comenzará a ser un problema insoluble. Lo explica con sencillez Alfredo Zaiat (4): “Es un rasgo estructural de la economía argentina. En diferentes períodos históricos fue atendido por endeudamiento externo, por la afluencia de inversiones extranjeras o por el superávit del comercio exterior. La escasez de dólares establece límites a la dinámica del crecimiento. El frente externo se constituye entonces en el factor de desestabilización más fuerte en economías periféricas que tiene como meta el desarrollo”. Por si fuera poco, la concentración económica asfixia cualquier intento de hacer política económica con propósitos colectivos. Hace una década, las veinticinco empresas que más vendían en el mercado internacional explicaban el 52 por ciento del total de exportaciones. A pesar de la prédica emancipadora, con la administración CFK la concentración económica apretó el acelerador. Son los dueños de los dólares comerciales. Para comenzar a desmontar la presión que ejercen se vuelve imprescindible modificar el perfil y la estructura de las exportaciones. La cuestión no sólo no fue resuelta por gobiernos progresistas, sino que de su mano se acentuó el extractivismo, en un ciclo de re-primarización difícil de justificar sin apelar al “posibilismo” tan agitado por los vacilantes.
La crisis del 2001 y el inframundo
De ese colapso no se saldrá sin muertos, en términos reales y metafóricos. Entre el 19 y el 20 de diciembre del 2001, el gobierno de la Alianza (coalición Radical-Frepasista) y las fuerzas de seguridad provinciales abrieron fuego contra ciudadanos, dando muerte a 39 argentinos y dejando heridos a otros 500. La perdurable exigencia externa ya referida, el estado de vulnerabilidad en que Carlos Menem había dejado a la administración –entregando patrimonio y rindiendo la nación al artefacto liberal– y la fuga de capitales cifrada en U$S 20 mil millones, desatan la ruina y el fin de la confianza en la dirigencia política.
Nace el piquete como instrumento de demanda colectiva, desorganizada y decidida, es la acción colectiva que llega a nuestros días bajo formas más específicas y propósitos más celulares.
La democracia parecía una broma macabra; con ella se vota pero no se come. Un paso en falso hacia su consolidación.
En esta hora amarga de la nación, a la angustia de la mesa deshabitada se suma el miedo a caer bajo el accionar delictivo. El desabrigo social tan manifiesto pone de relieve también la falta de reacción de las fuerzas populares, las que debieron comprometer esfuerzos, no ya en el control de daños, sino en ejecutar los dispositivos que prevengan de los males del narcotráfico, una vez que se presagiaban sus estragos.
Si resulta arbitraria la conexión en el marco de este repaso histórico, invito a repensar lo sucedido en Rosario cuando a la administración Menem se le ocurrió privatizar los puertos. Privatización de la que se sirvió la organización narco para penetrar en el territorio y extraer la producción hacia mercados ultramarinos. Privatizaciones como resultado de la traición histórica que produjo el peronismo sumando esfuerzos con la derecha patronal; esa derecha que sigue “cautivando” a los partidos populares, como en esta hora al Radicalismo los gerentes corporativos del PRO, desdeñados hasta que fuera demasiado tarde.
Ese estrago económico social que causó el peronismo de derecha gestionando en los 90 es parte de este dolor actual. La desmembración del tejido social en múltiples parcelas que sobrevivieron como pudieron, llegan a nuestros días en la desesperación de los caídos del sistema.
¿Hasta cuándo?
Los datos oficiales del corte 2021 señalan que 3 de cada 10 personas en el país no acceden a una vivienda adecuada y viven en asentamientos precarios o viviendas sociales, conviven con basurales, aguas contaminadas y quemas de pastizales. Además, 4 de cada 10 no cuentan con cloacas, y entre 1 y 2 de cada 10 ni siquiera tiene acceso a agua potable y muchos de ellos tienen problemas en el suministro de energía eléctrica.
Alguna vez, pensando en la participación tan recurrentemente proclamada, aquello de elegir y ser elegidos, dijimos que los pobres son solo público en la gran escena democrática: son sus pesares cotidianos, la loca carrera para alcanzar un mínimo de recursos para sortear el hambre, lo que los pone en situación de ser público. La suya es una libertad política condicionada por el cautiverio económico, como que son esas mayorías las que se debaten para no sucumbir ante la nueva embestida de un capital cada vez más concentrado, voraz y deshumanizante.
Este trabajo intenta conectar las experiencias del ciudadano en tensión con la cosa pública desde el retorno mismo de la democracia, sistema que logró en su momento inaugural condensar los mejores proyectos de país, pero que hoy es apenas una hoja desteñida donde se hace difícil encontrar aquel auspicio.
Desde 2016, Unicef releva el territorio y produce evidencia de la situación social de las infancias. Uno de sus trabajos más relevantes tuvo como co-protagonista a la organización social “La Poderosa”. Del informe que publicaron presento al lector uno de los párrafos más elocuentes: “Los testimonios (…) dan cuenta de procesos de múltiples sufrimientos, estigmatización y culpabilización en edades tempranas, que se cristalizan como momentos críticos que quedan impregnados en las trayectorias de vida”. Esta emergencia demuele la idea proyectada en la mayoría de los análisis políticos: cuarenta años de democracia es poco tiempo. Díganle a estos pibes y pibas sin presente ni futuro que su trayectoria de vida es un daño colateral de un sistema que no se detiene ante perturbaciones calculadas como fallas del presupuesto político.
Este trabajo intenta conectar las experiencias del ciudadano en tensión con la cosa pública desde el retorno mismo de la democracia, sistema que logró en su momento inaugural condensar los mejores proyectos de país, pero que hoy es apenas una hoja desteñida donde se hace difícil encontrar aquel auspicio.
Aun cuando la escena política nos devuelve actores azorados, sin reacción ante el drama social, los más, ocupados en su supervivencia laboral, los menos, preocupados en no terminar presos, es imprescindible recrear los lazos de solidaridad entre comunes, también pensando distinto. El pensamiento único es un lastre, no conduce a otra cosa que a consensos impostados. Los únicos que podemos dar ese debate somos quienes, por mandato histórico, traducimos en acción el concepto político: los habitantes del campo popular.
Pero se impone hacer un alto el fuego, porque las bajas las pone siempre el mismo: “Hoy el presente nos encuentra con un ámbito donde a veces se respira pólvora quemada. De la trinchera oficialista a la opositora cruzan palabras que van a la guerra y estallan como bombas racimo. “La batalla por las ideas se ha vuelto clave para la gran batalla política”, apunta Héctor Pavón en “Los intelectuales y la política”.
Cuarenta años atrás, cuando la libertad política volvía a derramarse entre los argentinos, enamorando hasta la perturbación, los ensayos de “Inteligencia Artificial” seguían tropezando sin avances de verdadero valor científico. Hoy la robotización es un hecho. La sustitución de la voluntad ciudadana por valores matemáticos podría conducirnos a un nuevo paradigma, de alcances inimaginables. La libertad política todavía está en nuestras manos, pero ¿hasta cuándo?
(*) Periodista y secretario de Finanzas de Cispren
Citas:
(1)Indec/Telam
(2)Centro de Estudios Laborales y Sociales U.N.L
(3)Cátedra de Historia Económica y Social U.N.C
(4) Zait / Página 12