La disputa de la renta y los modos de producción ponen en evidencia la relación entre el trabajo, los trabajadores y la renta. En este camino, miramos lo que sucede en nuestra Patria Grande, en el país y luego ajustaremos el microscopio para enfocar algunas regiones. La riqueza es una torta que se distribuye según quien la elabore.

 

Por Javier Lucero (*)

 

Vamos a seguir la ruta del dinero. De ese dinero que se genera en las sociedades producto de su economía y en donde la mayor cantidad de cuerpos que se ponen en juego son de los trabajadores y trabajadoras.

Números y cifras en la base de datos del Banco Mundial, los últimos son de 2021, nos permitirán hacer algunas comparaciones sobre la participación del ingreso por parte de la población.

En Argentina, el 20 por ciento mejor remunerado se queda con el 47,4 por ciento del total de los ingresos que se generaron ese año en el país.

Ese mismo porcentaje de habitantes de mayores ingresos en Chile, absorbe el 51,6 por ciento del total de la renta del país trasandino.

En Brasil, el porcentaje sube al 57 y queda en manos del 20 por ciento más rico.

El último quintil, el 20 por ciento de menores ingresos en la Argentina sólo accede al 5 por ciento de la riqueza generada. En Chile, ese mismo segmento sólo posee el 5,5 por ciento de la riqueza total y en Brasil el grupo más pobre percibe el 3,3 por ciento del total de la renta.

No deberíamos pasar por alto, antes de seguir el detalle de los números, que son las mismas personas que las leyes constitucionales de los respectivos países declaran con los mismos derechos, pero que a la hora del reparto las distancias son escandalosas. La ley pone en la misma línea a todos los habitantes de sus pueblos, pero eso no sucede. Es evidencia de la distancia que resta recorrer para una sociedad más justa. O, si se quisiera acentuar el tono, es evidencia de la hipocresía de un sistema que no da para más.

En Argentina, el 20 por ciento mejor remunerado se queda con el 47,4 por ciento del total de los ingresos que se generaron ese año en el país.

En el segundo quintil con ingresos que le siguen a los más ricos, los números de distribución se equiparan entre los tres países que tomamos y cuyas referencias anuales (2021) coinciden. Algo parecido muestra el tercer quintil.

El cuarto grupo de la escala es el que se lleva una porción mayor dentro de la distribución total. Este 20 por ciento es el peldaño que está inmediatamente encima del peor remunerado y en la Argentina se queda con el 22,7 por ciento de la riqueza. Aunque parece una tajada interesante, es la mitad de lo que se llevan los más ricos.

En Chile y en Brasil pasa algo parecido. Son porciones mucho más grandes que las de los más pobres, pero también mucho menores que las de los más ricos. El cuarto quintil en Chile tiene acceso al 19,9 por ciento de la riqueza y en Brasil al 19,6.

 

Un índice sobre la mesa

Corrado Gini, un científico italiano especializado en estadísticas, creó a comienzos del siglo pasado varios índices. Uno de ellos pretendía observar la distribución del ingreso global de una nación entre sus habitantes.

En el último tramo del siglo pasado, varios países de Latinoamérica comenzaron a usar el Coeficiente Gini para realizar estas mediciones. Este coeficiente mide la distribución de la riqueza en una escala de 0 a 1 donde cero es la distribución ideal de la riqueza y 1 es la mayor desigualdad. El índice Gini, en tanto, mide entre 0 y 100 y es el utilizado por el grupo de investigación de desarrollo del Banco Mundial.

En 2021 el índice Gini daba 41 para Argentina, 44,9 para Chile y 52,9 para Brasil. Para tomar otra referencia, Suecia tenía un índice de 28,9.

En el trío tomado de la Patria Grande, la mayor desigualdad la exhibe Brasil, le sigue Chile y se ve un poco mejor distribuida la renta en Argentina. La referencia Sueca muestra que hay un horizonte posible. En general, los demás países de Latinoamérica con información disponible en ese período no logran perforar el número 40.

Los distintos parámetros estadísticos tomados, desde aquel invento del sociólogo y estadístico Gini hasta la fragmentación por quintiles o deciles según los ingresos, resultan convergentes a la hora de mostrar la realidad del reparto. Estos números nos generan unos resultados para poner sobre la mesa, pero es necesario indagar sobre las patas de esa mesa. La estructura o el modelo que sustenta dicha realidad.

 

Producción y distribución

El docente e investigador Mario Soria, de la facultad de Económicas de la Universidad Nacional de Río Cuarto, se propuso verificar aquella máxima de Marx que indica que el modo de producción determina el modo de distribución.

“Quise ver si aquella tesis del año 1800 planteada en Inglaterra por Marx se verifica en la Argentina de las últimas décadas. En este país, la política económica muestra algunos vaivenes en sus modelos de producción y pasa de un predominio de la explotación de recursos naturales a otorgarle un mayor lugar a la industria. Podríamos hablar de esas dos vertientes”, dice.

Haciendo un recorte de 2015 a 2020, donde se produjeron políticas distintivas con respecto a las que se venían implementando previamente, se observa que en diciembre de 2015 había 56.268 empleadores en la industria manufacturera del país y cinco años después 49.144, según datos de la Afip.

En la otra columna en donde impacta la industria, en la generación de empleo, se aprecia que en 2015 había 1.263.000 trabajadores en este rubro de la economía mientras que en 2020 había 1.108.000, de acuerdo con la misma fuente.

“Esto muestra que la forma en que producís determina cómo distribuís. La producción es la que crea el valor. Si en esa producción hay poca participación de la mano de obra, ya sea por la alta automatización o por la propiedad monopólica del recurso, también será escasa la distribución”, señala el docente.

Si se toma un tramo histórico de una mayor cantidad de años, la elocuencia de la tesis es mayor.

De 2004 a 2013 el crecimiento de la industria manufacturera es muy marcado, luego la curva se ameseta dos años y, finalmente, decrece de modo abrupto desde 2015.

Simultáneamente, la curva del desempleo va en el sentido contrario: baja cuando se expande la industria y empieza a subir cuando la producción manufacturera y el agregado de valor se viene a pique.

Estos modos de producción diferenciados se traducen en una distribución de la renta igualmente distinta.

Durante el momento de mayor generación de empleo, los trabajadores se quedaron con el 54 por ciento de la renta pero con el modelo de primarización de la generación de riqueza, en 2015, aquel porcentaje bajó al 45 por ciento.

En 2019, en el sector de las manufacturas, la remuneración del asalariado representaba el 39,5 por ciento y el excedente de explotación bruto, lo más parecido a ganancias del capital, el 39,7. El resto de la producción de riqueza para completar el ciento por ciento de la torta estaba en manos de cuentapropistas, según los datos del Indec tomados en el trabajo realizado por el profesor Soria.

“Esto muestra que la forma en que producís determina cómo distribuís. La producción es la que crea el valor. Si en esa producción hay poca participación de la mano de obra, ya sea por la alta automatización o por la propiedad monopólica del recurso, también será escasa la distribución”

En el sector de la agricultura y de la ganadería, el asalariado obtuvo el 16 por ciento del total de la riqueza en la que puso su sangre, mientras que el propietario se quedó con el 75 por ciento del excedente de explotación bruto.

Esta distribución que se expone sobre cómo se distribuyeron los excedentes en 2019 reafirman la incidencia del modo de producción.

Aunque, al cabo del gobierno que dejó el poder en 2019 hubo un episodio que condicionó el futuro: la toma de deuda con el FMI.

Los años de pandemia que provocaron un parate en todo el planeta haciendo caer el PBI a niveles comparables con el crac del 29 y los condicionamientos del Fondo Monetario Internacional para chupar rápidamente la riqueza que genera el país, han incidido para que la curva no muestre variantes tras el cambio de gobierno.

Aumentando la lupa hacia regiones de nuestro país tomamos los aportes de “Macroeconomía y trabajo en la Argentina siglo XXI”, de Jorge Hernández, docente también de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNRC.

Se compara la creación de puestos de trabajo en Bahía Blanca, Río Cuarto y Neuquén – Plottier en los períodos pre convertibilidad y post convertibilidad.

Para esta comparación se conceptualiza un trabajo de mejor calidad y un trabajo secundario de menor formalidad. El primero se caracteriza por estar registrado, con aportes provisionales,  vacaciones y sin finalización con fecha fija. El trabajo secundario es al que le falta alguno de esos atributos.

Hernández dice que un modelo neoliberal minimiza las reglas de protección del trabajo, facilita el acceso a espacios de negocios controlados por el Estado, como salud y educación, restringe la capacidad de fiscalización de los Estados y elimina las restricciones para la apropiación y uso privado de recursos naturales.

Durante el período 1995 y 2002, en Bahía Blanca, la creación del empleo primario o de mejor calidad era inexistente, en Río Cuarto fue del 0,8 por ciento y en Neuquén – Plottier del 43 por ciento.

En el tramo que va desde 2003 a 2010 la ecuación cambia sustancialmente.

En Bahía Blanca el empleo primario creado fue del 75 por ciento, en Río Cuarto del 63 por ciento y también aumentó en Neuquén – Plottier llegando al 86,7 por ciento.

El restante porcentaje correspondió a la creación de un empleo secundario, es decir, de menor calidad con respecto al primero, como se definió previamente.

Hernández dice que un modelo neoliberal minimiza las reglas de protección del trabajo, facilita el acceso a espacios de negocios controlados por el Estado, como salud y educación, restringe la capacidad de fiscalización de los Estados y elimina las restricciones para la apropiación y uso privado de recursos naturales.

Como contrapartida, un modelo progresista en su concepción del modo de producción amplía la protección del trabajo, fortalece y mejora la provisión de servicios salario indirecto (educación y salud), promueve funciones de producción más ajustadas a los recursos disponibles, mejora la capacidad de fiscalización de los Estados y protege la apropiación y uso privado de recursos naturales con fines predatorios.

Los esquemas presentados permiten hacer una trazabilidad de la renta en uno y en otro estado de situación. Dependerá de las voluntades de la clase trabajadora la elección de algunos de estos escenarios, o de otros, que puedan devolver la dignidad perdida a tantos sectores de la sociedad.

 

(*) Periodista. Secretario General del Cispren, Seccional Río Cuarto

 

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