Música en democracia

 

El despertar democrático tuvo su propia banda de sonido en Córdoba. Esa eufórica esperanza que brotaba desde las urnas aquel octubre de 1983 vivió su correlato musical en la provincia. 

 

Por Andrés Fundunklian (*)

 

Los artistas y canciones que proliferaron en los primeros años de democracia no irrumpieron de un día para el otro. Más bien todo lo contrario, fueron consecuencia de una movida cultural que pasó de tener el carácter de resistencia, a la posibilidad de ser un canal de expresión para esa juventud ávida por salir de la oscuridad y persecución que se perpetraron durante los largos años de dictadura cívico-militar.

Es cierto que esa liberación social comenzó a respirarse ya desde varios meses antes de las elecciones. 

Un hecho histórico ocurrió el 10 de diciembre de 1982, cuando Mercedes Sosa brindó un emotivo recital en la cancha de Belgrano ante más de 20 mil almas conmovidas y en coincidencia con el Día Internacional de los Derechos Humanos. La Negra había regresado al país a principios de ese año después de más de tres largas temporadas en el exilio, para brindar esa mítica seguidilla de 13 conciertos en el Teatro Ópera que se plasmarían en el inolvidable disco doble en vivo convirtiéndose en uno de los más escuchados y vendidos de la música argentina. 

Ese mismo disco de Mercedes sonaba en aquellos días en la casa de Horacio Sosa, un personaje clave en la historia musical de Córdoba y responsable de esa banda de sonido del resurgir de la democracia. Mismo apellido, aunque sin parentesco, hay un nexo que los une. Sosa nació en Diamante, Entre Ríos, en 1955, aunque arribó a Córdoba a los ocho años de edad cuando su padre comenzó a trabajar en la automotriz Kaiser, que al poco tiempo fue adquirida por Renault. El joven Horacio se crió escuchando música folklórica, se sorprendió al llegar a Córdoba con el cuarteto característico y se fascinó cuando se topó por primera vez con los Beatles por la radio. 

Después de participar en el grupo Comunidad y otras experiencias con una fuerte impronta coral, Sosa transitó en los últimos años de la década del 70 una etapa musical que lo marcaría para siempre: fue el guitarrista que acompañó por más de dos años a Francisco Heredia, el cantautor más destacado de aquel tiempo en Córdoba y el “que decía lo que había que decir, como se podía decir”, según recuerdan siempre los músicos que fueron contemporáneos.  

Apremiado por la situación como tantos artistas, Heredia se exilió en México en 1979. Estuvo detenido varios días después de un mítico concierto en Redes Cordobesas junto a Víctor Heredia, Quinteto Tiempo y Los Puka Huara. “Esto se parece al circo romano, pero los leones están afuera”, recuerda Sosa que el cantautor lanzó desde el escenario haciendo referencia a la enorme presencia policial que se encontraba en las inmediaciones. Una lamentable postal de época. 

 

 

Por la huella de Francisco Heredia

Un año antes de la partida de Heredia, Sosa había conformado un dúo junto a la cantante y pareja por aquel entonces, Hélida López, al que llamaron Posdata. Según relata el por entonces guitarrista, haber compartido esa experiencia con Heredia lo nutrió de la sensibilidad para pintar la aldea a través de las canciones, a la vez que lo ayudó a conectarse con la temática latinoamericana. “Esos temas que cantaba Francisco quedaron picando en el área para luego, cuando yo los retomé, poder hacer los goles”, grafica Sosa con una metáfora futbolera. Justamente durante el Mundial de 1978, Heredia compuso Córdoba va, la que se convertiría en canción insignia años más tarde. El camino estaba marcado.

Mientras tanto, Sosa trabajaba en la Editorial Córdoba que editaba uno de los matutinos con más tirada de la ciudad. “El diario fue para mí como un refugio. Además, le tomé el pulso cultural a la ciudad desde adentro. Llegué porque era profe de guitarra de la periodista Norma Fernández, quien me propuso comentar discos y publicar información de los cineclubes, otro gran cobijo cultural de esa época”, recuerda el músico.

Con el ingreso de Hernán “Pancho” Alvarellos, eximio vientista y violinista con formación clásica pero fuerte arraigue en la música popular, Posdata transformó su sonido y tras la partida de Hélida López, Sosa tuvo que hacerse cargo de la voz. “No tenía pensado cantar”, reconoció el guitarrista en varias oportunidades.

Omar Rezk y Toto López, dos actores comprometidos de la época y que luego serían decisivos para el teatro cordobés, comenzaban a producir en ese tiempo una intervención con poesía y palabras que servía como canal para expresar sentimientos de lo que estaba ocurriendo. “Era sensibilidad pura y también un acto de rebeldía”, comentaría con el tiempo el primero de los actores. 

En marzo de 1982 estrena Córdoba Va, un espectáculo poético musical con Rezk y López y las canciones de Posdata, a los que se suma el “Zurdo” Roqué, percusionista destacado de ese tiempo que integraba junto a la cantante Tere Ferrero el grupo Quetral. Fue uno de los emblemas musicales de ese tiempo junto a Vamos a andar y Los Músicos del Centro, de los hermanos Juan Carlos y Mingui Ingaramo, ya asociados artísticamente con un consagrado Litto Nebbia.  

“Aguas de la Cañada que nunca serán del mar, fue en tus orillas donde yo empecé a soñar”, cantaba Sosa promediando ese espectáculo, trayendo a escena uno de los temas más recordados de Heredia que se convertirían en uno de los grandes éxitos de Posdata años más tarde. Los textos de los actores iban de Hamlet Lima Quintana y Armando Tejada Gómez, a Vicente Zito Lema, Juan Gelman y hasta un desconocido por entonces Daniel Salzano. 

Después de algunas funciones en la Nueva Trova, el bar cultural que pertenecía a Tito Acevedo quien había administrado también Tonos y Toneles, otro de los espacios emblemáticos para el surgimiento de este movimiento de la canción y poesía urbana, el espectáculo Córdoba Va se establece en El Carrillón, donde realizan más de 300 funciones entre 1982 y 1983. Regenteado por Rodi Travalón, este era otro reducto fundamental y donde un par de años más tarde se encontrarían por primera vez en un escenario Julio Paz y Roberto Cantos, posteriormente el Dúo Coplanacu.

 

La Falda, 1984

Si bien el espectáculo Córdoba Va fue un suceso entre ese público mayormente integrado por estudiantes y artistas, el gran golpe de Posdata ocurrió en febrero de 1984 durante el Festival de Música de Contemporánea de La Falda. Este particular encuentro se había realizado durante los últimos cuatro veranos en el anfiteatro municipal de esa localidad del Valle de Punilla con la presencia de los máximos exponentes del rock argentino: Charly García y Luis Alberto Spinetta con sus diferentes proyectos y también la inclusión de artistas de otros palos como Dino Saluzzi, el propio Cuchi Leguizamón y una variedad de bandas locales o provenientes de otras provincias que le daban un carácter federal y único al evento. El responsable era Mario Luna, uno de los pocos que difundía desde su programa en Radio Universidad esta música considerada por ese entonces casi exclusiva “para los jóvenes”.  

Lo concreto es que, a partir de esa presentación en La Falda, Posdata logró lo que un tiempo atrás parecía imposible: firmar un contrato con un sello nacional como RCA y viajar a Buenos Aires a grabar su primer disco. Ese álbum continúa los grandes himnos de Francisco Heredia como el mencionado Aguas de la Cañada, En la peatonal y por supuesto, Córdoba va, que se transformó en un verdadero fenómeno popular.

 

 

“Cuando volví de México, me impresionó caminar por la ciudad y escuchar que la silbaba un albañil en un andamio. ‘Qué bárbaro cómo me vuelve la canción, silbada por un albañil’ Mi padre era albañil. Eso me emocionó mucho”, contaba Heredia en una entrevista con La Voz del Interior sobre aquella época.

La trascendencia fue tal, que la Unión Cívica Radical lo contactó para utilizar la canción como jingle en la campaña para la reelección de Eduardo Angeloz en 1987.

“Francisco tenía simpatías radicales por tradición familiar y gente del partido le hizo una oferta, con cambio de letra y todo. Nosotros como Posdata salimos a decir que no compartíamos esa decisión y se armó una grieta que costó mucho remontar”, relata Sosa consultado al respecto, para luego agregar que con el tiempo retomó el contacto con Heredia, quien hace años está radicado en Traslasierra y se presenta en vivo muy esporádicamente. 

 

“Paralelamente a esa gran explosión de Posdata y la canción urbana, se consolidaba una escena más rockera en la provincia que tenía varias vertientes”.

 

El otro recuerdo de Córdoba va que trae Sosa está relacionada con la histórica visita de Juan Pablo II en abril de ese 1987. “Entraba el papamóvil por la Avenida Colón y pusieron el tema de fondo. Lo vi con mis propios ojos. Fue una canción transversal y por fuera de algunos clásicos del cuarteto o del folklore, fue la primera que logró esa repercusión”, añade con orgullo.

En ese primer disco de Posdata también está Quiero amar mi país, un tema compuesto por Sosa en letra y música y que luego grabó Mercedes Sosa a fines de 1985, retomando la mencionada conexión. “Eso fue un gran respaldo. Lo curioso es que cuando se presentó el disco Yo vengo a ofrecer mi corazón en el Luna Park, no fui. Incluso me comentaron que la Negra me mencionó y todo. Ahora lo pienso y no lo puedo creer. Con los años tuve mi revancha: en 2006, unos amigos de Las Varillas organizaron un recital en el club del pueblo y me invitaron a compartir con Mercedes. Terminé cantando el tema con ella. El video del momento está subido en YouTube”, detalla Horacio cerrando el círculo. 

Paralelamente a esa gran explosión de Posdata y la canción urbana, se consolidaba una escena más rockera en la provincia que tenía varias vertientes. Una más ligada al jazz y la fusión con Tamboor como emblema, el grupo encabezado por el genial Daniel Giraudo. En esa línea también brillaban el grupo Jam de Juan Carlos Pesci, con Minino Garay, Pichi Pereyra y Juan Herrera entre sus filas o La Legión, otro colectivo alucinante con el que compartía instrumentistas. La otra más blusera, con el mítico Sergio Barbosa recién regresado de su exilio en Brasil y la banda Año Luz, comandada por el “Gordo” Jorge Cueto. 

Por ese entonces, en 1984, se realiza la primera edición del Córdoba Rock, un festival que fue absolutamente pionero y tal vez no tenga el reconocimiento popular que merece. 

El evento motorizado por “Pancho” Sarmiento, histórico jefe técnico del Teatro del Libertador, fue el primero en disponer de tres escenarios simultáneos durante varios días y más de 50 propuestas. Allí mismo fue donde la banda del “Gordo” Cueto popularizó Quién se ha tomado todo el vino, la versión original del tema que años después grabaría La Mona Jiménez para convertirlo en un hit nacional.

 

La Fura

“Tiraban pirotecnia desde el escenario hacia el público. Luego hacían música con los tachos de 200 litros generando una danza tribal impactante y por último terminaban destrozando televisores junto a la gente”, resume Rafael Reyeros, maestro escenógrafo de Córdoba sobre la recordada presentación de La Fura del Baus en el primer Festival Latinoamericano de Teatro realizado en octubre de 1984. Sin dudas, un antes y un después para varios artistas locales que se impregnaron de esa performance absolutamente rupturista del grupo catalán.

Esa intervención y el festival en sí trascendió lo artístico cultural para transformarse en un verdadero acto político y símbolo del regreso de la democracia. Yendo puntualmente a la actuación de La Fura realizada en la ex Escuela Olmos, que con los años se terminó convirtiendo en shopping e ícono de la Córdoba consumista, fue disparadora de una escena pospunk que emergió en diferentes sectores. Las anárquicas manifestaciones del grupo Zroom en la Facultad de Arquitectura, la irrupción de Los Enviados del Señor, el proyecto vanguardista encabezado por Mario Bulacio, y Los Besos, un trío de mujeres pionero en la escena. 

Esa mezcla de renovación y modernidad es la que también se plasmó en las primeras ediciones del Chateau Rock, un festival que tuvo su primera edición en 1985 en el estadio mundialista, curado por Mario Luna, pero con gran apoyo municipal que aprovechó la ocasión para promocionar que se construirían escuelas con parte de lo recaudado.

“La Falda era el festival hippie y el Chateau, el moderno”, comentaba años después Luna, quien dejaba el encuentro serrano cansado por ciertos desmanejos y el exagerado estigma de “violento” que comenzaba a cargar el festival. Lo cierto es que Pasaporte primero y Proceso a Ricutti después fueron las dos bandas que mejor supieron leer ese cambio de época, con un sonido pop y con mirada cordobesa. Ricutti, incluso, se animó a cantarle a la Cañada desde otro lugar: ya no era la nostalgia de Heredia y Posdata, sino una suerte de respuesta a todo eso y con el humor, la ironía y el baile como bandera.

La otra gran banda de sonido de esos primeros años de la vuelta democrática fue por supuesto, el cuarteto, muchas veces desplazado durante los años de la dictadura. Y más aún, la gran noticia fue la aparición de un joven Carlitos Jiménez que daba sus difíciles primeros pasos como solista, después de una exitosa época como cantante del Cuarteto de Oro. 

Su primer gran éxito fue La flaca la gasta, que sonó en todos lados y fue hit del verano en Carlos Paz. Pero enfrentado con los dueños de los clubes bailables de la ciudad por su decisión de cortarse solo, La Mona tuvo que comenzar casi de cero presentándose en pueblos y ciudades del resto de la provincia. Todo cambió cuando empezó su relación con el Sargento Cabral: el gran mito comenzaba a construirse.

Impulsado por este crecimiento y una expansión a nivel nacional, Jiménez llegó al Festival de Cosquín en 1988. Sí, el máximo evento folklórico que el año anterior le había abierto la puerta al fenómeno popular del tunga tunga con el Cuarteto Leo, fundador del género. La realidad es que esa noche del 27 de enero fue una de las más tristes que se recuerden en la historia del festival: el desborde del público en la Próspero Molina generó graves incidentes y destrozos, por lo que la jornada tuvo que suspenderse. Muchos años le costó a La Mona y al cuarteto reivindicarse en ese escenario emblemático y sacarse un estigma que todavía perdura en ciertos sectores. De todas formas, nada de eso impidió que el género se convirtiera en la música más popular de Córdoba y con el tiempo, en una gran industria. 

(*) Periodista. Secretario Gremial del Cispren.

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