Este jueves 17 a las 19, en la sede del Cispren (Obispo Trejo 365) se presenta el libro “Veneno”, con la presencia de Guillermo Folguera, uno de sus autores. El texto aborda diferentes aristas que van desde la concentración del uso de la tierra, el éxodo rural, las pérdidas de la heterogeneidad y soberanía, la contaminación, la salud, y rodea lo que significan los agronegocios. Pone en cuestión la inevitalidad del veneno y se pregunta ¿Qué pasa cuando el veneno se hace política y se genera la política del veneno?

Por Myriam Mohaded*

”Nunca en la historia se usó tanto veneno como en nuestros días. Multiplicados en los cuerpos y en los territorios, determinan maneras de vivir y de morir. 

El veneno trastorna, invalida. Con un fin determinado, el veneno produce cambios esenciales de una parte del mundo. Es una estrategia drástica, rápida, química, mercantil, para dar por terminada una entidad, un proceso, una situación, y reemplazarla por otra nueva. Es, en definitiva, una manera abrupta de alterar el mundo y con él, a nosotros mismos.” Escriben María Paula Blois (doctora en Antropología) y Guillermo Folguera (doctor en Ciencias Biológicas), docentes de instituciones públicas y autores de la publicación que se presentará en una actividad organizada por Enfant Terrible, Sala de Prensa Ambiental, Grupo Ciencias Ambientales Territorio, y Cispren. Dialogamos con Guillermo Folguera en torno al texto.

 

 – ¿A qué se refieren con el término la “política del veneno”? ¿Qué los motivó a abordar el tema desde esta perspectiva?

En el libro que escribimos junto a Paula (Blois) intentamos desarrollar la política del veneno, una política que, básicamente, se da en torno a los agronegocios pero no de manera exclusiva. También se pueden encontrar otros negocios como la megaminería, el fracking, las off short, las plantaciones forestales que generan un montón de consecuencias tanto del orden social como ambiental.

– En el texto ustedes afirman: “El veneno altera el lenguaje. Por ejemplo, el veneno mata suele reemplazarse por “el veneno solo mata cuando se usa mal”. ¿Qué implica este desplazamiento al que se refieren?

Con Paula venimos trabajando hace años el tema de los agronegocios. Después del 2001 me incorporé al grupo de reflexión rural y estuve allí tratando de entender lo que se involucra en los agronegocios. Paula también en su investigación se focalizó en relación a la denuncia de Ariel Carrasco y las múltiples aristas y posicionamientos que involucró. Hace unos 3 años nos juntamos para, por un lado, tratar de sistematizar todos estos años y, por otro lado, actualizar a través de diferentes entrevistas la situación actual: esta forma de producir y generar un montón de consecuencias que, en general, aparecen total o parcialmente invisibilizadas.

El libro toma diferentes aristas que van desde la concentración del uso de la tierra, el éxodo rural, las pérdidas de la heterogeneidad y la soberanía, la contaminación, los problemas en la salud, y rodea mucho de lo que significan los agronegocios.

La manera de sostenerlo hoy tiene que ver con las llamadas buenas prácticas agrícolas y una idea de un protocolo en donde ese productor lo usa y, aparentemente, no va a generar daño. El tema es que tenemos más que evidencias en torno a esta problemática. Por supuesto, que este modelo tiene en América Latina quinientos años de depredación y, en el Estado argentino, más de doscientos. Pero, es en este ciclo particular en el que nos focalizamos de los últimos cincuenta años, de la última dictadura militar y la aparición y multiplicación de grupos financieros y el neoliberalismo la manera de expandirse hasta la aparición de los transgénicos.

-¿De qué manera se construye la política del Estado en relación a los agrotóxicos?

El rol del Estado argentino en este contexto es fundamental, tanto por omisión como por un rol activo. En el libro entrevistamos a actores fundamentales del INTA, del Ministerio de Ambiente, del Ministerio de Salud, de SENASA y de universidades nacionales, y en todos los casos se ve una connivencia y complicidad activa.

De hecho, en varias instituciones hemos realizado más de una entrevista. Por supuesto, que esto va desde la aprobación de químicos, el trabajo con instituciones para generar transgénicos como en el caso del trigo HB4, la generación de marcos legales que ayudan a las corporaciones a esa expansión hasta la fase represiva. Entonces, mencionamos la represión que sufrió la comunidad de Exaltación de la Cruz, todo es un marco evidentemente necesario de ser discutido y problematizado.

– “La pérdida del pasado como del futuro es fundamental para la política del veneno”, afirman.  ¿Qué implica sostenerla desde un presentismo puro?

Mucho de lo que vemos en torno a este modelo de destrucción tiene que ver con asumir que no hay un pasado ni hay un futuro. Esto es una situación terrible, porque genera la ficción que sólo vivimos en un presente, que no hay un futuro en juego, que no hay una mirada intergeneracional, que no hay maneras de pensarnos en el tiempo y todo lo que involucra desde la desigualdad social brutal que estamos viviendo, la degradación de la tierra, las sequías, las inundaciones, la multiplicación de enfermedades, todo eso de lo que hablábamos antes aparece bajo la alfombra y de una manera de un presentismo que sólo parece que lo que existe a corto plazo verdaderamente toma relevancia, que es un problema evidentemente necesario problematizar.

– ¿Qué lugar tiene la salud en la “política del veneno” que involucra cuerpos, territorios, tensiones?

La salud en la política del veneno es una de las zonas de sacrificio más evidentes, tanto en lo que significa en los problemas agudos vinculados con el veneno como significan los crónicos, pero también la salud como pérdida del bienestar. En ese sentido, se habla poco de cómo los agronegocios intensificaron la desigualdad social y degradaron las condiciones de vida. Parte de lo que discutimos en el libro es eso, qué significa pensar un agro y también prácticas, en general, en nuestro territorio que involucren el bienestar social.

En ese sentido, lo que se ve además de una degradación en la salud, es un desplazamiento de bienes y una transferencia de recursos fabulosa, de los sectores más empobrecidos a los más adinerados, y que en el caso de la salud terminan muchos sectores empobrecidos muriendo en hospitales o bien degradados en cordones de pobreza de las grandes ciudades.

 – ¿Qué resistencias se manifiestan?

Las resistencias son múltiples, hay asambleas, colectivos, a lo largo y ancho de nuestro país. Son crecientes, se organizan en cualquier lugar de la provincia de Buenos Aires, de Chaco, Santiago del Estero, Chubut, La Pampa, Córdoba, Entre Ríos. Son colectivos que nos han recibido, que se organizan, que buscan la manera de frenar. Por supuesto, colectivos que les cuesta mucho hacer pie en esta situación que como dijimos tiene al Estado en contra, tiene a las corporaciones que parecen organizarse con viento a favor, entre las comunidades resisten de la manera que pueden. Tiene un Estado que sistemáticamente ha omitido el daño que les genera. Por todo esto es que, evidentemente, el apoyo a las organizaciones comunitarias resulta fundamental. Será la organización comunitaria la clave, la llave para salir de esta situación.

*Periodista

Fotografía: Facebook  Guillermo Folguera. 

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